Las palabras crueles que me lanzó un día, «ya no eres la persona que pensaba que eras, has cambiado», fueron como un arma que me trituró hasta convertirme en polvo. El amor de mi relación de tres años se convirtió en cenizas en un instante y un solo suspiro podía hacerlo desaparecer. Oía cómo se me rompía el corazón y mis emociones se transformaban, alternando entre la súplica de respuestas y la ira de la traición. Ya no llorar era una liberación saludable y ocasional, se había convertido en un hábito no deseado.
Día tras día, me sentía prisionera en el rincón más oscuro de mi mente. Mi rutina consistía en permanecer en la cama todo el día, navegando sin rumbo por las redes sociales. Cada vez que veía fotos de mis amigos con sus parejas, volvía a llorar. Me sentía diferente, en lugar de alegrarme por ellos, como solía hacer, sentía envidia. No pude evitar pensar que tal vez sí había cambiado y que tal vez tenía la culpa de que nuestra relación hubiera terminado.
Comprendí que necesitaba ayuda y busqué terapia, lo cual fue bueno, pero no suficiente. Entonces, me volví hacia mis amigos más cercanos en busca de apoyo. Sí, esos mismos amigos a los que envidiaba. Pero pronto el sentimiento de culpa comenzó a crecer y borré a todos mis amigos de las redes sociales, incluso me retiré del grupo de chat de mis amigos más cercanos. La envidia que se acumulaba dentro de mí me hizo sentir indigna del amor de mis amigos. Sentía que era una carga.
Uno de ellos pareció confirmar este pensamiento cuando me dijo: «No estás haciendo suficiente esfuerzo para superar tu depresión, simplemente estás agotando a nuestro grupo de amigos. Sal de esto». Me enfurecí cuando lo escuché y hasta rechacé a los amigos que me tendieron la mano. Una ola de tristeza me aplastó una vez más.
Me encontraba atrapada en un ciclo vicioso de tristeza, ira, culpa y una sensación de no merecer amor. Me aislé del mundo, aunque fui yo quien los alejó. Parecía que todos mis amigos más cercanos se habían distanciado de mí. Empecé a creer realmente que era una carga, que me había convertido en una persona egoísta y sin esperanza que todos habían dejado atrás debido a este cambio terrible.
Entonces, un día mi terapeuta me dijo algo que cambió algo dentro de mí. Me dijo que el único hecho constante en la vida es el cambio. Esto me hizo reflexionar sobre mi situación desde una perspectiva diferente. Tal vez en lugar de ser un final sin salida, esto era un punto de inflexión en mi vida. Quizás este punto más bajo era un escalón hacia un cambio, un cambio para mejorar.
La depresión te lleva a través de un viaje oscuro y solitario. A aquellos que han perdido todo su apoyo emocional, a aquellos que aún luchan contra la depresión, a aquellos que sienten que la vida no tiene sentido, quiero que sepan que no están solos y que merecen ser amados y valorados. No son una carga, no son un error, son importantes.